La Argentina atraviesa una etapa crítica donde tres factores se retroalimentan y condicionan la vida cotidiana: la elevada deuda pública, la baja en la venta de combustibles y la persistencia de la pobreza. Este triángulo explica gran parte del malestar social y las tensiones políticas actuales.
Deuda en alza y presión financiera
En el primer trimestre de 2025, la deuda externa bruta trepó a USD 278.073 millones, mientras que la deuda en pesos aumentó un 4,7 % en julio, alcanzando los $260.193 mil millones. Aunque el gobierno destaca una leve reducción en los compromisos en moneda extranjera, la deuda total ya representa cerca del 88 % del PBI.
El sector privado tampoco escapa a la presión: la deuda externa empresarial suma USD 103.348 millones, lo que limita las posibilidades de expansión y abre la puerta a nuevos ajustes que recaen en la sociedad.
Menor venta de combustibles, señal de enfriamiento
El consumo de combustibles al público cayó un 3 % en agosto, con un volumen de 1.420.350 m³. La baja refleja la pérdida del poder adquisitivo, la inflación y una menor actividad económica general. Cuando la nafta se vuelve inaccesible, no solo afecta a los automovilistas: también golpea al transporte, la logística, el comercio y la recaudación fiscal.
Pobreza: cifras oficiales y dudas
El INDEC informó que en el primer semestre de 2025 la pobreza bajó al 31,6 %, frente al 52,9 % del mismo período de 2024, y la indigencia descendió al 6,9 %, el nivel más bajo desde 2019. Sin embargo, especialistas y entidades como la UCA advierten que los números oficiales no reflejan del todo la realidad.
En los hechos, un hogar con ingresos promedio de $671.492 enfrenta una canasta básica que supera el millón de pesos. En el caso de la indigencia, las familias perciben $281.313, cuando la canasta alimentaria exige $452.742. La brecha entre estadísticas y mesa cotidiana se vuelve evidente.
Una economía atrapada en su dilema
La dinámica es circular: un Estado endeudado necesita más ingresos para pagar intereses, la caída del consumo reduce la recaudación, la pobreza aumenta la demanda de asistencia y todo esto vuelve a empujar el endeudamiento.
El futuro inmediato dependerá de preguntas claves:
- ¿Hasta dónde se podrá financiar en pesos sin disparar la inflación?
- ¿Qué impacto tendrá una nueva caída en las ventas de combustibles?
- ¿Las estadísticas oficiales reflejan la realidad de los barrios y economías regionales?
El desenlace de estas incógnitas marcará no solo el rumbo económico, sino también la estabilidad política de un gobierno que intenta equilibrar las presiones de los mercados con las demandas sociales de los argentinos.