Los “jubilados” huesos del ajuste: la dignidad que Milei olvidó


Llamarlo olvido sería un acto de generosidad. Porque cuando se veta una ley que intenta aliviar el sufrimiento de quienes trabajaron toda una vida, no se trata de un descuido: es un castigo deliberado.
Cuando se conceden aumentos que no cubren ni el precio del pan, mientras la inflación devora jubilaciones y ahorros, eso no es olvido: es desprecio.
Y cuando se reprime a los que protestan por cobrar migajas, eso no es orden: es crueldad política.
La economía del castigo
El gobierno de Javier Milei habla de “ajuste” como si fuera una cirugía necesaria, pero en la práctica el bisturí corta siempre en el mismo lugar: en los cuerpos de los que menos pueden defenderse.
El “libre mercado” que pregona no libera a nadie; los deja caer.
Las “cuentas fiscales” que celebra no equilibran la justicia, la erosionan.
Y los “ajustes estructurales” no modernizan al Estado: lo vacían de humanidad.
Porque esos edificios retóricos —tan fríos, tan académicos, tan tecnocráticos— se construyen sobre huesos reales: los huesos de jubilados que hoy eligen entre comer o comprar medicamentos.

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